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El ingreso de Argentina a los BRICS: oportunidad y riesgo geopolítico
Ser miembros de los BRICS, podría ser un gran dinamizador de inversiones y del comercio, pero se deberá calibrar estratégicamente el balance con el eje europeo-norteamericano. Argentina aspira a sumarse a los BRICS, el grupo compuesto por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Así lo aseguró el presidente, Alberto Fernández, durante la XIV Cumbre de Jefes de Estado de los BRICS. Este grupo reúne a cinco países que concentran altos porcentajes de población, territorio y recursos. Para Argentina, la incorporación como miembro pleno a los BRICS podría ser un gran dinamizador de inversiones y comercio, pero conlleva también riesgos que deberían ser ponderados. La cuestión no es trivial: el mundo atraviesa un momento de tensión y tres de los BRICS están en el centro. Rusia en primer lugar, dispuesta a un revisionismo armado de su situación tras la caída de la URSS en 1991. China, ejecuta un balance entre el apoyo moderado a Rusia para que no escale el conflicto ucraniano mientras escala militarmente en el Mar de China y la isla de Taiwán. Tampoco es menor el caso de India, que aprovecha los descuentos que puede tener para la compra de productos básicos rusos mientras sella alianzas con Occidente para balancear a China navalmente. Conocer el presente y la historia de los BRICS es, por lo tanto, fundamental para que Argentina evalúe si es el momento adecuado para profundizar el vínculo con este grupo de países. El origen de los BRICS Los países miembros de los BRICS buscan establecer a este espacio como un Foro para confrontar la hegemonía norteamericana europea japonesa que se expresa en la G7. ¿Pero, de dónde sale el acrónimo? El primero en mencionar a los BRIC —inicialmente no incluía a Sudáfrica— fue Jim O’Neill, economista de Goldman Sachs. Éste afirmaba, en un paper publicado en 2001, que los BRIC superarían en 2035 al G7 en términos de PBI y proyectaba que en 2050 ocuparían los siguientes lugares en la economía mundial: China, primero; India, tercero; Brasil, quinto; y Rusia, sexto. El documento planteaba que, así como el siglo XX fue el Siglo Americano, el XXI sería el de los Países Emergentes. Ahora bien, cuando O’Neill inventó el acrónimo no existía entre estos países un relacionamiento particular comercial o de inversiones. La asociación surgía sencillamente de sumar los números de población, PIB y comercio exterior. Recién cinco años después del paper de O’Neill se produjo la primera reunión de los “Ministros de Relaciones Exteriores BRIC”, en el marco de la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York. Y en 2008 se realizó la primera reunión de presidentes, en Hokkaido, Japón, en el contexto de la cumbre del G8 —que entonces incluía a Rusia—. El año siguiente, se concretó la primera cumbre de los BRIC, en Ekaterimburgo, Rusia. Hasta ese momento, sin embargo, no había sido invitada Sudáfrica. ¿Por qué decidieron incorporarla? Veámoslo. En 2003, varios años antes de que los BRIC vieran la necesidad de convertir el acrónimo en acción política, India, Brasil y Sudáfrica habían conformado el IBSA (iniciales de India, Brasil y Sudáfrica), una asociación que buscaba representar al “Sur Global”. Particularmente, exaltaban que eran tres países relevantes, tres democracias de tres continentes diferentes que enfrentaban desafíos similares. Además, eran naciones en desarrollo que tenían un cariz pluralista, multicultural, multiétnico, multilingüe y multirreligioso. Estos puntos tensionaban, indirectamente, con China y Rusia, por el sistema político existente pero también porque ambos no se sentían genuinamente del Sur. En los primeros años de coexistencia entre ambos Foros existía una tensión entre IBSA y BRIC, que reflejaba las percepciones diferentes por parte de las elites de cada país. En una primera instancia, India aducía que IBSA debía seguir su trabajo a pesar de los BRIC, atento a que África no estaba representada. Es por eso que China fomentó el ingreso de Sudáfrica a los BRIC. Era una forma de tener dentro del nuevo bloque a todos los miembros de IBSA y así licuar el peso de esta agrupación. Efectivamente, tras la incorporación de Sudáfrica a los BRICS[1], IBSA perdió impulso y quedó relegado como un foro secundario. Entre 2006 y 2011, IBSA había celebrado cumbres anuales, que en algunas ocasiones se hacían a la par de la de los BRIC. Recuerdos imperiales… y coloniales Con el tiempo se consolidó en el escenario internacional la idea de que los BRICS representan a las economías más importantes del “Sur Global”, a pesar de que dos de sus miembros no se ven como tales, como mencionamos previamente. El país más importante del bloque es China, que se autopercibe como El Reino del Centro. China reconoce que fue dominada por otras potencias en el pasado, pero considera que ahora puede volver a ocupar su lugar entre los grandes poderes. Pekín sostiene que entre mediados del siglo XIX y mediados del XX vivió el siglo de la humillación, cuando tuvieron vigencia los “Tratados Desiguales”[2], pero desde entonces comenzó a recuperar la grandeza de su pasado imperial. Rusia, en tanto, jamás pasó a ser un país en desarrollo. Durante casi todo el siglo XX fue el centro del Segundo Mundo, el mundo soviético, y antes era parte integral del ecosistema político europeo, con líderes de proyección continental como Catalina la Grande o Pedro el Grande. Tras el fin de la Guerra Fría, ganó fuerza en Moscú un revisionismo que valora positivamente el periodo imperial. Tanto es así que el presidente ruso, Vladímir Putin, culpa actualmente a los bolcheviques de las tensiones con Ucrania. Putin afirma que éstos cedieron a otros países parte de lo que era “legítimamente ruso”. Vale subrayar que, según esa visión, Rusia también “perdió” durante los años de la URSS gran parte del territorio de Asia Central que estaba bajo dominio del Imperio Zarista. Rusia y China, por lo tanto, tienen un relato nacional que reivindica su historia imperial. Esto los diferencia de India, Brasil y Sudáfrica, que parten de un pasado colonial. Si bien en el territorio de la actual India existieron reinos importantes, solo a partir de la época colonial hubo un Estado unificado, que se consolida con la salida británica y su política exterior basada en el anticolonialismo y el movimiento de No Alineados. Brasil fue brevemente sede Imperial, pero no fue el pívot central de la expansión del Imperio Portugués, por tanto, no cataloga de Potencia Imperial; de hecho, fue sede Imperial por la decadencia de la metrópoli. Respecto a Sudáfrica, luego del fin del Apartheid, las ideas-fuerza que sostuvieron los ejes de la política exterior tienen tintes similares a los de India, apuntando al anticolonialismo y la alianza entre países del Sur. No es menor el dato que tanto Rusia como India mantienen desde hace décadas un estrecho vinculo que es directamente proporcional a la aversión que tienen hacia China, su gran rival (lo que no impide que entiendan a los BRICS como una oportunidad comercial y geopolítica). Sin embargo, con la invasión rusa a Ucrania generó un vuelco sustancial acercando a Moscú con Beijín y poniendo a la India en una situación incomoda que ha de definir. Los BRICS en números Los BRICS representan al 41% de la población mundial, al 30% de la superficie terrestre, un tercio de la producción de alimentos de todo el planeta, al 24% del PIB global, y al 19,8% de las exportaciones mundiales y 16,4% de las importaciones[3]. Vale decir que China concentra el 68% del PIB de los BRICS[4]. Por eso hay que tener en claro que China distorsiona las estadísticas del bloque, en especial en lo que respecta a los indicadores económicos. En materia poblacional, India y China son los dos que suman la gran mayoría de la población de los BRICS. Y respecto a superficie terrestre, Rusia claramente es el socio más importante. La faceta económica[5], sin embargo, es la más relevante para toda asociación y allí la superioridad china es abrumadora con el 67% del GDP de los BRICS, India el 13%, Brasil el 11%, Rusia el 7% y Sudáfrica el 2%. En cuanto a las exportaciones e inversiones directas la supremacía china también es evidente: Otro factor destacable de los BRICS es la posesión de recursos estratégicos, como los alimentarios, minerales o hidrocarburíferos. Sin embargo, la posesión de esos recursos no significa una política conjunta en sí misma. China o India, por ejemplo, abogan por el uso no securitizado de los alimentos, mientras que Brasil o Rusia tienen una posición distinta. En el mismo sentido, la posición respecto al comercio de hidrocarburos es un tema sensible para India o China, pero no así para Rusia. Por otro lado, la celebración de cumbres de los BRICS no significa que haya posiciones unificadas en lo estratégico-militar. India es aliada de Occidente en el QUAD —que reúne a Australia, EEUU, India y Japón— mientras China mantiene una política tendiente a romper el balance militar que existe en el Pacífico. Rusia, por su parte, apuesta a una confrontación con Occidente. Brasil y Sudáfrica, en cambio, siguen llevando sus relaciones con Occidente de manera habitual. La gran apuesta de los BRICS es el Nuevo Banco de Desarrollo, una herramienta que cuenta con un capital de 100.000 millones de dólares. El mismo fue una concesión a India, que lo dirigirá durante el primer período, a pesar de que China sea el mayor aportante —41.000 millones de dólares, casi el doble que India, Rusia y Brasil—. El objetivo del banco es financiar proyectos de infraestructura y desarrollo sostenible no solo en los BRICS sino también en otros países emergentes. Argentina y los BRICS, ¿algo nuevo? Argentina participó en la cumbre de los BRICS de este año, pero no es la primera vez. En 2014 fue la primera participación, y la última fue en 2018, cuando presidía el G20. En aquella ocasión también fueron invitados Egipto, Indonesia, Jamaica, Turquía y los representantes de Naciones Unidas. Por lo tanto, la participación de Argentina en la cumbre de 2022 no tiene en sí misma una connotación de ruptura con Occidente. De hecho, siguiendo la lógica de los eventos pasados, los BRICS invitan a países que sean relevantes en términos económicos en sus regiones. Que convoquen a Argentina es lógico en ese sentido. Los BRICS intentan convertirse en un Foro en el cual los países del mundo periférico puedan plantear cuestiones que no son escuchadas en los foros tradicionales. Recordemos que a comienzos del siglo XXI, cuando se produjeron la parálisis de la Ronda de Doha y la crisis política internacional por la guerra de Irak, también se discutió la incorporación de nuevos miembros permanentes al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Entre los candidatos sonaron Japón, Alemania y Brasil. Pero finalmente no se concretó. Entre las razones del fracaso se encuentra el rol jugado por los “Poderes Medios Tradicionales” –como Canadá, Australia, Noruega o Nueva Zelandia–, que se asociaron al unilateralismo estadounidense. En aquel contexto, emergieron los armados alternativos como el IBSA y los BRICS. Estas iniciativas parecían una respuesta a esa crisis irresuelta del esquema nacido después de la Segunda Guerra Mundial. En buena medida, la falta de una definición por parte de EEUU respecto a qué rol tomaría en el esquema institucional liberal luego de la guerra de Irak y los cambios implementados por Donald Trump en la política exterior –ya que se “replegó” internacionalmente, enfatizando la política interna–, terminaron forzando una regionalización de la política. Una oportunidad y un riesgo Por el momento, los BRICS mantienen un lenguaje formal lejano al rupturismo sistémico, tal como puede leerse en la declaración de la XIV cumbre de los BRICS, que se celebró en junio pasado en Pekín. De hecho, el documento menciona al Consejo de Seguridad de la ONU, a la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y a las reformas en las instituciones financieras internacionales para que haya mayor representación de los países emergentes, lo que muestra un discurso similar al de la crisis de comienzos del siglo XXI. Desde luego, China es el gran sustento de los BRICS y un giro en su estrategia podría provocar un cambio en el lenguaje institucional del bloque, hacia uno más confrontativo. Por ahora eso no ocurre y la razón principal es que China es uno de los grandes ganadores de la globalización del siglo XXI, por lo que no tiene incentivos para generar una crisis que ponga en juego sus propias ventajas. Por tal razón, la invitación para que Argentina forme parte de los BRICS es interesante, aunque el país debería analizar si el momento es el más oportuno. La incorporación podría ser un problema, ya que buena parte del comercio exterior y las inversiones tienen como origen o destino a Europa y EEUU. Daría una señal que tal vez no fuera la deseada, en un momento en el cual se busca atraer inversiones y abrir mercados y ni hablar del tema de la deuda con el FMI. Queda claro que Argentina puede generar una política multivectorial, manteniendo vínculos con todos los actores de peso internacional, occidentales y no occidentales. De estos últimos, en especial con China e India, que son un eje emergente de interés para Argentina, por su condición de grandes demandantes de alimentos y posibles inversores. El cómo y el cuándo son las variables fundamentales para una política exterior inteligente. Cuidar la imagen internacional depende también de manejar los tiempos y no quedar subsumido a los intereses de la política exterior de otros actores.
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