¿Es la dolarización una solución para la economía Argentina?

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Descripción

La adopción del dólar como moneda de curso legal volvió a colarse en el debate público argentino. Es la consecuencia de las persistentes tasas de inflación y las recetas fallidas para controlar el precio del dólar. Cada vez que un país de América Latina atraviesa una crisis cambiaria por la falta de confianza en sus monedas, la dolarización aparece como un recurso de salvataje.

El antecedente más parecido en Argentina es el régimen de convertibilidad, el modelo de caja de conversiones impulsado por el ministro Domingo Cavallo en la década de los noventa. La convertibilidad logró estabilizar el valor de la moneda por una década, pero las crisis de México de 1995 y de  2001 en Argentina mostraron las limitaciones de este sistema. Si la convertibilidad fracasó, a un alto costo social, por su falta de flexibilidad y adaptación, tengamos en cuenta que la dolarización implica más rigidez al perder el total control de la política económica.

El ensayo La dolarización en Ecuador (2004), del economista Mauricio Dávalos Guevara explica esta situación con el caso del país andino. A su entender, para que a dos países les convenga adoptar una moneda común o para que a uno le convenga adoptar la del otro las economías de ambos deben ser similares,  estar muy relacionadas comercial y financieramente y permitir el libre movimiento de la mano de obra. Un caso puede ser el de Canadá y EEUU que tienen una estructura económica y un nivel de desarrollo humano similares y sus habitantes pueden trabajar en uno u otro con facilidad; podrían compartir una misma moneda. El euro es el caso de moneda común más conocido. Los 19 países que lo adoptaron y que cedieron el manejo de su política monetaria al Banco Central Europeo (BCE) lo pudieron hacer tras llevar adelante un proceso de confluencia que llevó años e implicó políticas de armonización fiscal, laboral, educativa, agrícola y migratoria, entre otros temas.

La integración de los mercados financieros y los de bienes y servicios invita a un cuestionamiento permanente del sistema monetario internacional basado en la existencia de una moneda propia para cada país. La dinámica de la globalización busca generar un sistema que disminuya el riesgo cambiario y los costos de transacción. Un viejo anhelo del ALCA (Área de Libre comercio de las Américas)  era tener una moneda única en todo el continente.

Ventajas y desventajas

Los efectos positivos de la dolarización de la economía pueden leerse en el ensayo Dolarización y desarrollo humano en Ecuador (2004), del economista Carlos Larrea. Esta política generaría estabilidad macroeconómica en el mediano y largo plazo, según el autor. La eliminación de la capacidad de emitir moneda impediría, en teoría, que se use para cubrir el déficit fiscal, lo que obligaría a mantener las cuentas públicas ordenadas, reduciría la inflación y bajaría la tasa de interés al valor internacional. También evitaría el efecto de los capitales golondrina, que llegan al país para especular con la intestabilidad cambiaria. Por último, explica Larrea, la dolarización reduciría los costos de transacción a nivel internacional y propiciaría una mayor integración de la economía a nivel mundial.

La contracara de los beneficios enumerados por Larrea es que la dolarización de la economía anula la posibilidad de un país de utilizar la política monetaria. Argentina debería renunciar al manejo del tipo de cambio y la expansión crediticia como herramientas para adecuar el funcionamiento de la economía en cada momento y dar respuesta a los ciclos del comercio y las variaciones del nivel de actividad. El ejemplo más cercano de la efectividad de estas políticas es el comportamiento de las economías de América Latina durante la crisis de las hipotecas subprime, en 2008. Los bancos centrales de estos países adoptaron medidas de política monetaria no tradicionales y mostraron un alto grado de coordinación, cooperación internacional y pragmatismo, lo que evitó que la peor recesión desde la crisis del 30 se profundizara aún más, explican Reyna, Suárez Dóriga y Vicens en el ensayo Política monetaria de los principales bancos centrales de la crisis 2007-2010 (2011).

La dolarización en Ecuador y El Salvador

Los casos más cercanos de dolarización en América Latina son Ecuador y El Salvador. Ecuador adoptó la moneda estadounidense en 2000 y El Salvador, en 2001. En ambos casos se destaca que el crecimiento económico fue constante desde la dolarización. La deuda pública, sin embargo,  crece en ambos países en forma sostenida desde la crisis financiera internacional. El Estado tiene tres forma de financiar el gasto público: recaudación, deuda o emisión. Pero estos países no tiene la posibilidad de emitir, por lo que debieron recurrir al endeudamiento. En Ecuador Correa aumentó el gasto publico entre 2007 a 2014 del 25 al 44%. Cuando termino el auge de la materias primas quedo en déficit fiscal con una economía dolarizada. Después hubo que hacer fuertes ajustes.

Si bien el ratio de la  deuda con relación al PIB aún es bajo, la tendencia es una alerta sobre la sustentabilidad de la misma en largo plazo en cada caso.

Después de casi 20 años de dolarización, la distribución del ingreso sigue siendo muy desigual. El 20% más rico recibe aproximadamente el 45% del ingreso total, mientras que el quintil más pobre obtiene el 6%. La proporción es similar en ambas economías. Si bien la brecha tuvo una leve reducción, no puede aducirse que sea por el efecto de la dolarización.

La dolarización forzosa permitió controlar la inflación de países como Ecuador o El Salvador, pero también existen economías latinoamericanas que lo han logrado sin perder su moneda soberana. Chile y Perú son ejemplos de esto. Estos países aunque derrotaron la inflación con la dolarización no lograron avanzar  en el camino hacia el desarrollo económico. Todo lo contrario, uno de los efectos más negativos que tuvo la dolarización fue la destrucción de la industria local y por lo tanto, la generación de empleo.

Estabilidad macroeconómica, inestabilidad social

La dolarización conlleva riesgos adicionales para Argentina. Por tratarse de un país esencialmente agroexportador, el campo es el principal proveedor de dólares de la economía, que está sujeta a los vaivenes de los precios de los commodities. En un régimen de tipo de cambio flexible, una caída de los precios internacionales provoca una depreciación de la moneda. Por el contrario, en una economía dolarizada, con precios rígidos a la baja, la variación de los términos de intercambio de forma desfavorable generaría un ajuste por cantidades, lo que se traduce  en suba del desempleo y mayor recesión. En una economía dolarizada, sin capacidad de política económica, los períodos de recesión se pagan con ajustes en el nivel de actividad: salarios o puestos de trabajo, lo cual tiene su impacto a nivel consumo y, consecuentemente, PBI.

La promesa del equilibrio macroeconómico de la dolarización puede derivar en mayores desequilibrios sociales, como aumentos del desempleo y la pobreza. Y elimina los mecanismos del país para realizar una política monetaria activa que compense las fluctuaciones de los ciclos económicos y comerciales. El referente desarrollista Guillermo Ariza advierte que el error es creer que el problema es la inflación, cuando «la inflación es el síntoma del problema». Y aclarar que una política social de desarrollo necesita política fiscal y monetaria autónoma.

En esa linea Máximo Merchensky  explica que «ningún país la adopta porque la moneda, el tipo de cambio, amortigua los cimbronazos de las otras economías con la tuya». En el caso argentino considera que «la economía de EEUU no va a prestar atención a las necesidades nuestras. La tasa de interés y el tipo de cambio, la cantidad de moneda que tiene en plaza va ser lo que ellos les convenga no lo que a nosotros» y al ser economías con alta disparidad productiva muy difícilmente coincidan los efectos de la política monetaria.

Implementar la dolarización resultaría una batalla política, económica y cultural perdida, pero el debate puede ser una oportunidad. Esta nueva discusión puede servir para que distintas líneas de pensamiento confluyan en un objetivo común y respetando las  diferencias, se dejen atrás soluciones mágicas, y peligrosas, para que se pueda sentar las bases de un programa de estabilización y desarrollo que resuelva estructuralmente las problemáticas económicas de la argentina.

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